Para el despacho de arquitectura: libertad en el diseño, personalización y singularidad.
Para el promotor: certidumbre en costos y plazos, retorno de la inversión en la mitad del plazo habitual.
Para el constructor: planificación, velocidad de ejecución, exactitud en la ejecución, coordinación y solape de tareas
Para el usuario final: calidad, eficiencia energética y diseño.